En la era de la digitalización, de las redes sociales y de la desinformación, se hace más necesario que nunca defender el derecho a una información veraz y rigurosa. Hablamos de un contexto donde la mayoría de los medios de comunicación se han convertido en negocios al servicio de bancos y multinacionales o, simplemente, en escaparates donde se promocionan otros productos a través de la publicidad.
En España, los medios de comunicación, lejos de vivir una transformación más democrática en los últimos años, han sido protagonistas de un fuerte proceso de concentración y fusión. Según un informe del Center for Media Pluralism and Media Freedom, realizado en 2016, un número muy reducido de grupos mediáticos controlan la práctica mayoría de audiencia de radio y televisión, esto es, cuatro consejos de administración lo controlan casi todo. Los grandes conglomerados como Atresmedia o Mediaset alcanzan el 58% de la audiencia global en nuestro país, y generan un 89% de ingresos a través de la publicidad de la televisión en formato abierto. En cuanto a la radio, según el mismo informe, el grupo Prisa (Cadena Ser), Planeta (Onda Cero), la Iglesia (Cope) y el grupo Godó (Rac1) concentran el 80% de la audiencia total de la radio española, controlando casi el 97% del mercado. En cuanto a la prensa escrita, de nuevo la concentración es la protagonista: tres grandes grupos mediáticos privados (Prisa, Vocento y Planeta) influyen en la mayor parte de lo que leemos.
La pluralidad, por tanto, es el talón de aquiles de nuestro sistema mediático en España, un elemento clave a la hora de valorar la salud de nuestra democracia.
Más allá de la concentración, la nueva lógica de los medios digitales en un mercado de publicidad ultracompetitivo se ha convertido en un espacio basado en la inmediatez y el morbo de los ya demasiado recurrentes ‘clickbaits’. Este modelo, de momento, se impone a costa del rigor, porque más vale una información llamativa, rápida y viralizable que garantice más visitas y, por lo tanto, más valor para los anunciantes, que una información contrastada que nos permita mantenernos bien informadas.
La fuerte dependencia entre los -pocos- dueños de la información y los dueños de los anuncios, hace que tengamos hoy día un sistema de medios incapaz de sobrevivir sin generosas inversiones en publicidad y con serias dificultades para poder desarrollar su función con libertad. Rápidamente, algunos temas quedan vetados, algunas opiniones silenciadas y aspectos de la línea editorial blindados mediante contratos de publicidad, que permiten al anunciante levantar el teléfono si se publica algo que pueda perjudicar a sus intereses. De esta manera, la libertad de prensa y la pluralidad se convierten en una quimera.
Con este panorama de fondo, se hace imprescindible volver a poner la información al servicio de la ciudadanía. Los medios, por tanto, juegan un papel muy importante como generadores de opinión y como instrumento que puede hacer avanzar o retroceder una democracia. Su responsabilidad es central.
Necesitamos un periodismo comprometido con la democracia, que luche contra los bulos y las ‘fake news’ que, cada día, intoxican la opinión pública a base de difundir odio y mentiras. Y hacerlo sin deberle nada a nadie. Salvo a la ciudadanía.
Dina Bousselham
Directora de LUH Noticias
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