Hace unos años se hizo célebre la famosa frase de Warren Buffett: “Claro que hay una lucha de clases y la estamos ganando los ricos”. Directa como sincera, esa frase refleja la arrogancia de unas élites -poco importa aquí la nacionalidad- cuya razón de ser es el mantenimiento de sus propios privilegios, a costa de la mayoría.
Una de las consecuencias de las crisis cíclicas de la economía de mercado es la pobreza. En España, tuvo que venir el relator de la ONU a recordarnos que siendo un país rico, el 26% de nuestra población vive en situación de pobreza o de exclusión social. Y si hablamos de precariedad, las cifras son igual de escandalosas. Esta desigualdad refleja el poco interés de los últimos gobiernos en atajar un problema, que en la situación actual, se va a agudizar. Otro dato relevante: Entre 2007 y 2017, los ingresos del 1% más rico crecieron un 24% mientras que para el 90% restante subieron menos de un 2%.
¿Puede España seguir soportando esta desigualdad? ¿Tenemos todos en la memoria lo que supuso la crisis del 2008? ¿Somos conscientes de cuáles habrían sido las consecuencias de padecer esta pandemia teniendo un gobierno de derechas?.
Algunas ya ni se esconden, y hacen llamamientos a golpes de Estado. Nunca les ha gustado la democracia. Pero bien, esas preguntas es mejor dejar que el tiempo sea el mejor juez.
Lo que hoy aprueba el gobierno no es una paguita, sino un ingreso que garantiza un derecho fundamental: una vida digna. Pero este ingreso también debe ser entendido como una prestación del Estado en un momento en el que el trabajo, la precariedad, la temporalidad y fundamentalmente el desempleo y la exclusión caracterizan nuestra forma de relacionarnos con el empleo, y más aún en tiempos del COVID-19.
El IMV es un buen punto de partida, para andar en el futuro hacia una renta básica, pero hoy, en lo inmediato, es un instrumento muy necesario para proteger a todas esas familias azotadas por las consecuencias de esta pandemia, para que, al menos, puedan pasar esta crisis en mejores condiciones que en 2008. Porque hoy, la gran diferencia, es que los recortes se tendrán que hacer, esta vez sí, a los de arriba.
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