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Entrevista

“Sin labor colectiva no hay lucha”

Entrevista a Juan Manuel Martínez Morala, obrero jubilado de Naval Gijón y sindicalista de la Corriente Sindical de Izquierda.

“Sin labor colectiva no hay lucha”
Juan Manuel Martínez Morala, durante una movilización laboral

En Asturias, decir Naval Gijón es decir Cándido y Morala: Cándido González Carnero y Juan Manuel Martínez Morala, obreros jubilados de Naval Gijón y sindicalistas de la CSI (Corriente Sindical de Izquierda). Morala nació el 30 de marzo de 1953 en un pueblo de León, y sus padres lo llevaron –a él y a sus cinco hermanos– a Asturias cuando tenía nueve años. Ahora tiene 68, toda una vida dedicada al trabajo, a la familia y a la lucha obrera. Movilizaciones de trabajadores en Cádiz, movilizaciones de policías en Madrid… Un momento apropiado para echar la vista atrás –pero también adelante– con él, el hombre que inspiró –aunque sonría y lo niegue, como quitándose importancia, cuando se le pregunta por ello– el personaje de Santa, que interpreta Javier Bardem en la obra maestra de Fernando León ‘Los lunes al sol’, que arranca precisamente con imágenes reales de las movilizaciones de Naval Gijón. Al final de la entrevista me dice que lo que sí le gustaría que reflejara, porque es “muy importante”, es “que aunque a veces las luchas se personalizan, sin labor colectiva no hay lucha”. Reflejado queda.

PREGUNTA– ¿Cómo nació la Corriente Sindical de Izquierda?

RESPUESTA– Ya dentro de Comisiones Obreras habíamos creado, a raíz de los Pactos de la Moncloa y de una serie de discrepancias dentro del sindicato, una corriente de izquierda importante, que superaba el 30% de los delegados a los congresos de CCOO. El origen es ese: las discrepancias dentro de CCOO, de donde nos expulsaron a toda la sección sindical de Naval Gijón porque nuestras movilizaciones no entraban dentro del marco democrático que ellos entendían, entre otras cosas porque hacíamos barricadas, agredíamos a la Policía… Todas esas cosas. En 1982 ya fundamos la Corriente Sindical de Izquierda e hicimos la primera conferencia o congreso en 1984.

P.– A ti mismo te echaron varias veces de CCOO.

R.– Y una de esas veces me echaron, y así consta en el expediente que me abrieron, por “agredir a la Policía”. Eso lo cuenta muy bien Rubén Vega, que es un historiador que hizo libros de CCOO, de la Fundación Juan Muñiz Zapico y de UGT. A mí me echaron porque entre otras cosas me acusaron de eso: de agredir a la Policía. Fue en aquella época en la que Carrillo y el PCE intentaron suavizar la cosa, cuando llegaba la Policía a las manifestaciones aplaudirla y demás. Ellos también casi siempre nos aplaudían, pero el cuerpo a toletazos.

P.– ¿Cómo ves el panorama sindical en el Estado español ahora, más de cuatro décadas después?

R.– Aunque tenemos la CSI, nos hemos agrupado para no marchar para casa y seguir peleando, pero no somos el sindicato de la clase trabajadora. Ha habido una derrota ideológica y los sindicatos no son sindicatos, son agentes sociales. Tú les escuchas por la tele que hay que derogar la reforma laboral, pero luego en las empresas firman EREs, firman ERTEs y tanto CCOO como UGT aplican ellos mismos a sus trabajadores la reforma laboral. Quiero decir que el discurso es el de la tele pero luego en las empresas firman despidos y firman lo que sea, entonces yo creo que en el Estado español –aunque sea duro decirlo– nos hemos quedado sin sindicatos. Ya no se organiza a los trabajadores para la lucha, para la pelea; se basa todo en la negociación y el consenso, y una vez que pierdes la movilización pierdes tu fuerza, y los únicos que ganan son los patronos, que –como no se sacian nunca– cada vez nos quitan más derechos.

P.– Sin embargo, a veces sí siguen produciéndose movilizaciones, como se ha visto con motivo de la huelga indefinida de los obreros del metal en Cádiz…

R.– Lo que ha ocurrido en Cádiz es que la gente está un poco harta porque aquí está todo basado en salarios bajos, precariedad… Vamos a una uberización de la economía, con salarios bajos y una explotación brutal. No sólo es el convenio, es el problema del desmantelamiento industrial. Yo recuerdo titulares como “situación prerrevolucionaria en la bahía de Cádiz”, y los trabajadores tienen esa memoria colectiva de las barricadas en el puente de Carranza, que no se olvidan. Nos acordamos mucho de ello, o de la batalla de Euskalduna, en el Naval del País Vasco. En Cantabria también tuvisteis follones en el Naval, cuando tiraron una furgoneta de la Policía a la mar…

P.– Sí, en 1997 en Santander; fue un coche de la Policía, durante unas movilizaciones de los obreros de Astander. Volviendo a Gijón, Naval Gijón nació, con más de 1.100 trabajadores, en 1984 de la fusión de dos astilleros privados gijoneses: Marítima del Musel y Dique Duro Felguera, del que procedías tú. ¿Cuándo empezaron las movilizaciones?

R.– Creo recordar que la primera barricada –en la prensa local pusieron “gamberrada”– la hicimos en 1978, aunque nosotros en Dique Duro Felguera en 1975 ya habíamos llevado la primera lucha contra el prestamismo laboral –algo que ahora se produce con toda normalidad–; hicimos una huelga de 45 días y tuvimos de abogados a Felipe González, a Cristina Almeida… Eso hizo que todas las contratas, formadas sobre todo por trabajadores jóvenes, nos incorporáramos a la plantilla de fijos. En Dique Duro Felguera hubo una serie de luchas por mejoras en los convenios, de solidaridad con trabajadores de otras empresas… Nosotros paramos incluso durante la dictadura, cuando las condenas a muerte de Garmendia y Otaegi y contra los últimos fusilamientos del franquismo. En 1984 –cuando se fusionaron esos dos astilleros–, ya teníamos una experiencia y una trayectoria de luchas contra las contratas, contra las horas extras…, de luchas por un convenio digno… Incluso conseguimos la jubilación a los 60 años, que ahora Zapatero nos la pone a los 67 y no se sacian, quieren más, aunque para la Policía ya ves: acaban de conseguir para los Mossos d’Esquadra y para los otros que se jubilen como la Guardia Civil y la Policía Nacional, a los 60 años; ya ves…

“Un problema social y reivindicativo lo convierten en un problema de orden público”

P.– Sí, parece ser que a las fuerzas policiales sí tienen que tenerlas contentas…

R.– Bueno, sí, ya sabes: cuando hay un conflicto y una lucha, para ellos la solución es mandarte a los antidisturbios; un problema social y reivindicativo lo convierten en un problema de orden público.

P.– ¿Cómo ves las protestas de asociaciones policiales ultras contra la derogación de la Ley Mordaza?

R.– Estamos exigiendo la derogación de la Ley Mordaza y entonces ellos hacen manifestaciones porque dicen que si les quitan el principio de veracidad, los delincuentes hacen lo que quieren. ¿Tendrán morro? Los delincuentes son los policías que nos acusan falsamente cuando hacemos una lucha. Yo recuerdo estar fuera y ser acusado de estar en una barricada; menos mal que pude demostrar con unos billetes que esos cuatro o cinco días había marchado para el extranjero… A mí me acusaron de una barricada y estaba en el hospital. La Policía lo que quiere no es el principio de veracidad, sino el principio de poder mentir y meter en la cárcel a todos los trabajadores que se les pongan por delante.

P.– Es un tema muy preocupante.

R.– Claro. Mira ese diputado de Podemos que dicen que le dio una patada a un policía y no sé qué. Ellos lo que quieren es inmunidad para mentir y meter en la cárcel a quien les dé la gana. Y luego van de trabajadores, claro. Vaya oficio tienen… Dicen “no, es que es para perseguir a los delincuentes…”. Pero si solamente vais detrás de los robagallinas… A por los delincuentes que roban, que estafan, que hunden al país… no van. Ya sabes que siempre hay dos policías asignados a cada empresa y que los empresarios se chivan de quiénes se movilizan… La Policía siempre defiende al sistema, al capital, a los ricos… Los pobres… Además, “no, es que es para defender a la patria…”. Pues yo no veo ningún rico que sea policía nacional para defender a la patria, son hijos de los pobres, pero luego tienen un lavado de cerebro que… Está claro que están para defender el sistema, el capital, los empresarios… Todo.

P.– Volvamos a las movilizaciones de Naval Gijón. La asamblea de trabajadores era el órgano soberano que decidía sobre ellas. ¿Cómo eran aquellas asambleas de trabajadores?

R.– En la película ‘Los lunes al sol’ salieron asambleas de aquí, del salón de actos de la Casa Sindical de Gijón. Quiero precisar, porque a veces se personaliza mucho… Nosotros todo lo que hacíamos lo hacíamos en asamblea, y en aquellas asambleas teníamos unos debates muy importantes. Nos formamos todos en las asambleas, y se creó conciencia de lucha, de que hay que hacer las cosas colectivamente, que aquí no hay salidas individuales, que tienen que ser colectivas… Todo eso nos hizo ver que nuestra lucha, si queríamos no perderla, había que extenderla al resto de trabajadores, a las asociaciones de vecinos, a los estudiantes… Eran luchas de barricadas, pero no de esas que haces una barricada y corres, sino que poníamos una barricada y la defendíamos. Allí estábamos permanentemente tomando la calle y no nos podían echar porque todo lo hacíamos con el apoyo de la gente, por eso para nosotros era fundamental la difusión del problema, la propaganda, el apoyo solidario… Yo recuerdo manifestaciones de 20.000 personas; entonces, claro… Porque si te aíslan –que es lo que hacen siempre– o te criminalizan, es cuando dan escarmientos a la clase trabajadora. Todo eso a través del debate en las asambleas lo teníamos muy claro, y entonces daba igual que a mí me metieran en la cárcel o que metieran a otro; la gente sabía que la lucha era colectiva, que era cosa de todos, y entonces ahí estaba nuestra fuerza.

P.– Y de esas asambleas salíais con todo.

R.– Hacíamos una asamblea y a través de ella los martes y los jueves salíamos a la calle con gomeros, con barricadas, con todo… para luchar contra los despidos y contra la reconversión, que para ellos reconvertir es despedir, porque siempre buscan palabras bonitas pero lo que han hecho es desmantelar industrialmente el país. Reconvertir es convertir una cosa en otra, pero ellos llamaron reconversión a cerrar y a desmantelar, y eso lo hizo el PSOE.

P.– Suele decirse que esas cosas tiene que hacerlas un partido que se dice de izquierdas, porque cuando las hace uno que se dice de derechas la movilización en contra es mayor…

R.– Sí, eso es.

“Ellos tiraban pelotas de goma y nosotros fabricábamos los gomeros y unos tubos para lanzar voladores con los que mantenerlos a raya”

P.– ¿Pero cómo eran aquellas movilizaciones? Eran movilizaciones duras, y ciertos sectores os acusaron de practicar la violencia.

R.– Sí, a mí en un juicio me acusaron de ser terrorista de segundo grado. Ellos tiraban pelotas de goma, y nosotros hemos tenido varios trabajadores que se quedaron sin un ojo por esas pelotas de goma, que tienen dentro una bola de hierro y si te coge por ejemplo el globo ocular puedes quedar… Que yo recuerde, tres trabajadores se quedaron sin un ojo. Claro, entonces nosotros fabricábamos los gomeros y unos tubos para lanzar voladores con los que mantenerlos a raya, y por supuesto que las pelotas que cogíamos de ellos se las devolvíamos con las bocachas. Así es. Lo de ellos era traer la Policía, meterte en casa, que marches de manifestación como un corderín e incluso que haya un manifestódromo en un espacio cerrado y te manifiestes allí, donde no te escuche nadie. Pero cuando tú visibilizabas el problema en la calle, salías en manifestación, protestabas y convertías el problema laboral en un problema social y en un problema de todos los trabajadores y de todos los ciudadanos, su solución era mandarte la Policía y sobre todo los antidisturbios. Traían brigadas especiales de Valladolid…

P.– En 1985, precisamente tras una de aquellas movilizaciones, fuiste detenido y enviado a la cárcel gijonesa de El Coto sin que se sepa muy bien por qué…

R.– Sí, porque luego me sacaron y ni me juzgaron ni nada de nada. Cuando me detuvieron, íbamos cuatro en un coche y la Policía detrás de nosotros; los semáforos en rojo… Aquello fue tipo película.

P.– Al día siguiente 400 personas rodearon la cárcel y al día siguiente 3.000 rodearon los juzgados exigiendo tu puesta en libertad. Para ponerte en libertad los juzgados fijaron una fianza de 50.000 pesetas que fue recaudada allí mismo, entre la gente…

R.– Ni me enteré, porque yo estaba dentro; lo que sí sé es que aquel día también se quemaron unos cuantos autobuses, porque en el Naval se quemaron trenes y autobuses y se hicieron muchas cosas, no fueron sólo barricadas…

P.– Más de dos décadas después, en 2007, vuelven a meterte en la cárcel, esta vez en la de la localidad asturiana de Villabona y junto con Cándido, por la rotura de una cámara de videovigilancia durante las movilizaciones.

R.– Sí, esa segunda vez que me detuvieron para meterme en la cárcel yo marchaba con la mujer y la hija al monte; marchaba en coche por un barrio y de repente se nos cruzan unos coches por delante, ponen la sirena, mi hija llorando, mi mujer llamándolos hijos de… A mí me llevaron detenido y, hala, para la cárcel de Villabona. Las detenciones siempre fueron muy típicas del sistema, con el ánimo de meter miedo, a ver si escarmientas y… Pero ellos tenían claro que había un colectivo muy importante que tenía las ideas muy claras, y nosotros estábamos muy tranquilos: daba igual a quién metieran en la cárcel; la lucha no la descabezaban ni la paraban, porque las asambleas nos habían formado mucho y teníamos mucha gente que sabía muy bien lo que tenía que hacer.

P.– De hecho, la presión popular –otra vez la presión popular– os sacó a los dos a la calle sólo 19 días después, y así lo reconoció hasta la juez.

R.– Eso es, en una sentencia que sacó. Yo recuerdo a 20.000 personas –según los periódicos– en la calle para que no nos encarcelaran, pero ya sabes, el sistema es muy fuerte, se recupera rápido y nos han desmantelado los sindicatos. Los sindicatos no han organizado a la clases trabajadora, no hay negociación sin presión, y abandonarse a la concertación social nos ha hecho perder mucha fuerza a los trabajadores, y la batalla ideológica la están ganando ellos, con lo cual si no hay conciencia no hay lucha.

“Ellos sabían muy bien que no eran Cándido y Morala, que era el colectivo, y en eso se basaba la fuerza”

P.– Aunque no lo consiguieron, ¿crees que con vuestro encarcelamiento pretendieron criminalizar y frenar el sindicalismo no controlado por las burocracias sindicales?

R.– Claro. Dar un escarmiento para que todo el mundo dijera “mira lo que pasa cuando haces barricadas como Cándido y Morala o como los del Naval”, pero no les salió bien, y es que los que lo hacían no eran Cándido y Morala; si éramos 500, estábamos allí casi los 500, y la que decidía en asamblea que había que fastidiar esa cámara era la asamblea, entonces nosotros con el respaldo de la asamblea entrábamos por una pared, pero ellos siempre escogen a uno: pues a Morala, o a Cándido, o a quien sea; siempre escogen a alguien para dar un escarmiento. Ellos sabían muy bien que no eran Cándido y Morala, que era el colectivo, y en eso se basaba la fuerza. Si son uno o dos y el resto de la gente no está concienciada, enseguida lo apagan y lo controlan, o te meten en la cárcel y como no tienes apoyo, pues…

P.– Aunque salisteis de la cárcel a los 19 días, Cándido y tú fuisteis condenados por a tres años de prisión por la destrucción de aquella cámara de videovigilancia, lo curioso es que la denuncia que originó esa condena la interpuso el Ayuntamiento de Gijón, en aquel entonces gobernado en coalición por el PSOE e IU.

R.– Sí, yo creo que al PSOE y a IU les pesó mucho. La alcaldesa, del PSOE, era Mari Paz Fernández Felgueroso y por IU había un concejal que había sido del astillero, Jesús Montes Estrada. La alcaldesa había ido a poner la primera pala para construir algo en la Playa de Poniente, nosotros fuimos para allá y le tiramos la pala, todo… y después nos comentaron que en una cena dijo que se la íbamos a pagar. Nosotros lo relacionamos con eso. El caso es que el Ayuntamiento, gobernado por el PSOE y por IU, fue el que nos denunció, y además se demostró con papeles, aunque ella lo negaba y luego dijeron que fue un malentendido, que no sé qué… Después de salir de la cárcel, decían que si no pagábamos la multa que nos habían metido, volveríamos para la cárcel, y entonces dijimos “bueno, pues no la pensamos pagar, así que volveremos para la cárcel”, y entonces en aquel momento pagaron la multa entre el secretario local del PSOE y este que fue trabajador del Naval, pero si no, habríamos vuelto otra vez a la cárcel. Vamos, teníamos muy claro que no íbamos a pagar la multa.

P.– Clarísimo…

R.– La pena es que en este caso la denuncia fue con un gobierno del PSOE y de IU, ese es el problema. Entonces muchas veces dicen “cómo es que IU baja” o “cómo…”. No sé… Es que, a veces, si no estás con la gente… Cuando pierdes el contacto con los trabajadores ya empiezas a comprender las razones del sistema, de la burocracia… y al final pierdes el norte.

P.– La respuesta política de aquella IU fue…

R.– Nada, mal. No asumieron su responsabilidad, no sé si para evitar más desprestigio de la organización o qué. Por detrás empujaron para que nos sacaran lo más pronto posible de la cárcel para parar las movilizaciones y la respuesta social, pero vamos… Se les avisó con mucho tiempo de que la denuncia la había puesto el Ayuntamiento en el que gobernaban conjuntamente, pero no hicieron nada. Nada de nada.

P.– Aquella IU estaba liderada por Gaspar Llamazares, al que conocéis bien en Asturias.

R.– Sí, ya sabes: era muy guay, muy bien considerado por la derecha… Cuando no pones en cuestión el sistema, pues ese es el tipo de políticos que les interesa.

P.– En cuanto a Fernández Felgueroso, descendía de una familia de la burguesía franquista –es nieta de uno de los hermanos Felgueroso, propietarios de la mina La Camocha– y antes que alcaldesa de Gijón –lo fue de 1999 a 2011– desempeñó varios altos cargos en los gobiernos de Felipe González: delegada de Telefónica –de cuyo consejo de administración fue miembro después–, secretaria de Estado de Comunicaciones, presidenta de Caja Postal, directora general de Instituciones Penitenciarias, secretaria de Estado de Asuntos Penitenciarios…

R.– Cuando estábamos en la cárcel, mucha gente hizo pintadas de “alcaldesa carcelera”… Claro, yo creo que todo eso presionó para que al final decidieran ponernos en libertad.

P.– En la rotura de aquella cámara de videovigilancia se inspira la secuencia de ‘Los lunes al sol’ en la que Santa rompe una farola de una pedrada.

R.– Sí, ya te digo que tuvimos aquí con nosotros a Fernando León, que estuvo con el comité de empresa y en una asamblea que duró aproximadamente ocho horas y en la que estuvo tomando nota de todo. La huelga que él refleja en ‘Los lunes al sol’ fue por el problema de los eventuales: la empresa quería echar a los eventuales y, claro, “como no me echan a mí, que soy fijo, pues que les den por el saco…”, pero no: hicimos una lucha muy fuerte. En aquella dos eventuales perdieron un ojo.

“Eso es un poco lo que sacó Fernando León, que luego tiene su símil cuando Bardem coge una piedra y rompe una farola”

P.– Tú habías sido eventual en los setenta, te hicieron fijo precisamente tras aquella lucha de la que hablábamos antes, y años después luchaste por los eventuales ya como fijo.

R.– Sí. Para mí una de las luchas más bonitas fue esa que refleja ‘Los lunes al sol’, porque echaban a doscientos y pico eventuales y los fijos junto con los eventuales mantuvimos una lucha, de mes y medio o dos meses, muy importante, y no fue por el puesto de trabajo ni por dos pesetas, sino por que no echaran a los eventuales. Eso es un poco el fondo de lo que sacó Fernando León, que luego tiene su símil cuando Bardem coge una piedra y rompe una farola. Bueno, a Cándido y a mí nos metieron en la cárcel por romper una cámara de vigilancia –bueno, nosotros no fue con una piedra: se puso allí un buen barreno, se explotó y adiós cámara de vigilancia– que decían que la tenían para el tráfico, pero para lo que la tenían era… Teníamos que ir todos embozados –con el pañuelo, con el gorro…–, y colectivamente decidimos fastidiar aquella cámara de vigilancia porque en cualquier momento te lo quitabas para rascarte o cualquier cosa y luego ya tenías la receta y la multa. decían que la tenían para el tráfico, pero las usaban, como siempre, para… Como ahora con la Ley Mordaza, que dicen que es para perseguir la delincuencia. Indirectamente nos están llamando a los trabajadores delincuentes, y aquí los únicos delincuentes son ellos. Mira lo que pasa en Estados Unidos con los negros. ¿El principio de veracidad para la Policía? Pero si ni con imágenes van a la cárcel, porque los absuelven los jueces, que es un escándalo…

P.– En la Corriente Sindical de Izquierda siempre fuisteis más allá de la defensa de los puestos de trabajo o de la lucha por un convenio digno, siempre defendisteis un concepto del trabajo distinto del hegemónico…

R.– Aunque hoy día el trabajo, por la precarización, no te saca de la pobreza, tenemos que entender que todos debemos participar, cada uno tiene que aportar lo que sabe y lo que puede y nadie vivir a costa de los demás. Por ejemplo, yo veo en la calle a uno que está tocando una guitarra y le echo algo porque está ganándose la vida; no de manera formal –dentro del sistema–, pero es agradable verle tocar. Quiero decir que hay muchas formas de trabajar, pero todos debemos contribuir y nadie vivir a costa de la explotación de los demás. Entonces nosotros también como sindicato siempre vimos que el que era comité de empresa o representante sindical de los trabajadores no podía estar liberado, que ha sido un poco la degeneración de los sindicatos. El representante sindical tiene que estar con la gente y sufriendo los mismos problemas que la gente, porque si no los entiendes y estás fuera y estás liberado, vas perdiendo el contacto con la gente, y ahí te corrompen. Por eso nosotros tenemos ese concepto de no liberados, de sufrir los problemas de la gente. Claro, nosotros veníamos de lo que nos habían enseñado los de la vieja escuela: que si tú querías tener un poco de discurso frente a la gente y eras un mal profesional o eras un vago o eras uno que faltaba al trabajo…, la gente no suele escucharte. Y luego en la CSI siempre nos gustaba mucho saber la nómina, poder explicar la nómina, conocer los pocos derechos que tenemos y reivindicar más, y que la gente no fuera a CCOO y a UGT a preguntarles la nómina, porque si venían a preguntármela a mí, yo les decía “oye, mañana tenemos asamblea, ven a participar” o “pasado hay una manifestación” o “una concentración” o “una charla”. Era muy importante estar pegados a la gente, porque si no… No puedes ser un paracaidista que le dice a la gente lo que tiene que hacer pero tú no eres de la gente.

P.– ¿Esa es una de las diferencias entre la CSI y los sindicatos mayoritarios?

R.– Claro, es que ellos picaron con el tema de los liberados, que estropeó mucho, muchísimo, los sindicatos. Nosotros teníamos 40 horas al mes y estabas otras 120 en el trabajo, con la gente, que te decía “oye, esto qué”, pero si estabas liberado y no te veían el pelo, no conocías los problemas de la gente. Para nosotros siempre fue muy importante eso y el tema de las contratas, del prestamismo laboral; cuando estábamos en el astillero, para nosotros no era sólo el problema de los fijos, cuando hablábamos del futuro del astillero hablábamos del problema de los fijos y de las contratas: todos uno.

P.– El programa del pacto de gobierno de PSOE y Unidas Podemos refleja el compromiso de derogar la reforma laboral de 2012 –que el Gobierno del PP impuso sin consenso, sólo con el apoyo de la patronal–, una derogación a la que los socios de gobierno se han comprometido también con sus socios de investidura de ERC o EH Bildu. ¿Crees que la reforma laboral de 2012 se va a derogar?

R.– No, yo creo que tienen muy claro que no van a derogarla. Ni van a derogar el despido ni van a derogar los EREs, yo creo que lo tienen muy claro, y tengo miedo a que terminen implantándonos una nueva reforma laboral. Tú ahora haces un ERE y quien decide no es la autoridad laboral, es la empresa. Llegues a acuerdos o no, la empresa decide “hago los despidos igual”, y eso no lo van a derogar. Y lo de volver a los 45 días de salario por año de servicio… van a dejarlo en 33. ¿Por qué? Porque quieren facilitar al patrono que cuando quiera despedir a alguien lo despida. No van a poner más cortapisas a la patronal para que tenga más dificultades para pagar o para que le cuesten más los despidos y entonces no despida. Lo tienen muy claro.

“Van a darles a los sindicatos lo de la negociación colectiva porque les interesa para tenerles al lado del sistema, pero la reforma laboral no van a derogarla”

P.– ¿Crees que se limitarán a recuperar la ultraactividad de los convenios colectivos y…?

R.– Claro, para dárselo a los sindicatos. Y luego, claro, el sistema necesita profesionales de determinadas cosas y tanta precariedad y tanta temporalidad –hoy eres pintor, mañana albañil, pasado te dedicas a barrer… hace que no tenga elementos útiles para sus objetivos, entonces igual cortan un poco la temporalidad, el encadenamiento de contratos. Pero lo que vi de multar con un poco de dinero si hay muchos contratos encadenados tampoco va a servir para nada, van a seguir los contratos temporales del 90%… No, la reforma laboral no… Ya sabes que el capital y los patronos no se sacian nunca, pero van a darles a los sindicatos lo de la negociación colectiva porque les interesa tenerles al lado del sistema; que haya por lo menos un convenio sectorial para que mantenga un poco de orden. A ver, si tú cobras un salario totalmente precarizado y pones el móvil, el gas, la luz, la renta o la hipoteca…, no te da para consumir, y el problema que tienen es que la economía se paraliza. Mira lo que está pasando ahora con la economía, la gente tiene mucho miedo y no gasta, y encima la carestía de la vida: mira cómo están los alimentos –el pan ya ha subido dos veces, el café está a tres euros…–, mira cómo está la luz… Ya ves que están intentando ponerse de acuerdo con China para sacar petróleo y energía, pero, claro, están escondiendo que los combustibles fósiles se acaban, se agotan.

P.– Mientras tanto, asciende la ultraderecha, con todo lo que eso supone…

R.– Sí, la extrema derecha mezclada con nazis. Hay experiencias muy importantes en Francia: cómo sectores… Está claro que va a haber extrema derecha para rato, lo que pasa es que aquí la extrema derecha –en este caso, Vox– tiene una política muy neoliberal, es muy defensora del capital, del empresariado y de la explotación capitalista. De momento no se ha transformado en una extrema derecha más inteligente.

P.– Sí, pero existe ese riesgo, el riesgo de que se transforme en una ultraderecha más obrerista, como la de Francia. En una ultraderecha tan subordinada al capital como cualquier otra pero capaz de penetrar en clases populares decepcionadas con la izquierda…

R.– Eso es. Es lo que tú dices: cuando la izquierda no da respuestas, se corre ese riesgo. Pero aquí, en el Estado español, Vox se opone al ingreso mínimo vital –que no llega ni al índice de la pobreza severa–, está a favor de la reforma laboral… Tiene un programa todavía… Defienden demasiado el sistema capitalista y además son muy neoliberales, pero de Francia y de algún otro lado ya deben de estar viniendo a aleccionarlos un poco, porque todavía están muy lejos de la clase obrera y de unos planteamientos que calen en el pueblo.

“Me dicen por ahí que está viniendo gente de fuera a aleccionar a Vox sobre que no pueden tener ese discurso tan empresarial”

P.– ¿Pero crees que ya puede estar empezando a acercarse?

R.– Ya te digo que me dicen por ahí que está viniendo gente de fuera a aleccionarlos sobre que no pueden tener ese discurso tan empresarial, tan procapitalista y tan proneoliberal… El sistema tiene un problema, y es que estamos a las puertas de una crisis que no es sólo de carestía de la vida –por la subida de la energía y de la electricidad– sino una crisis más profunda que la pandemia ha acelerado, y, claro, ellos con ese discurso… Ellos –cuando por ejemplo Holanda tiene muchísima vivienda pública–, de hacer vivienda pública, nada, cuando en el Estado español el problema de la vivienda va a ser gordo, porque o el Estado se dedica a hacer vivienda pública o aquí, con los salarios tan bajos que hay –muy bajos, muy precarizados–, la vivienda te quita de comer. Eso es un problema, una olla, que está ahí, y ahí ese discurso de Vox no está con la gente. Esa es la suerte que tenemos de momento.

P.– Antes hablabas de la ultraderecha de Vox –que por cierto cuenta con ese ‘sindicato’ llamado Solidaridad– por un lado y de los nazis por otro…

R.– Sí, los primeros aquí en Asturias con Alcoa intentaron entrar pero se les sacó, y luego están los nazis-nazis, partidos que tienen simbología nazi –es decir la esvástica y todo eso– y que han servido a Vox para las elecciones municipales, autonómicas y estatales. Unos juegan un papel y otros juegan otro, y los que intentan meterse en que si “alimentos para españoles” o en conflictos obreros suelen ser más bien los nazis-nazis. Vox no, porque ahí está la Policía y ellos en los conflictos obreros apoyan a la Policía, como con la Ley Mordaza.

P.– Hablando de esos conflictos obreros y de la Policía, ha sido muy polémico el envío de una tanqueta a Cádiz para combatir las movilizaciones de los obreros del metal.

R.– Sí, aquí también nos dijeron de traer tanquetas, y ¿qué hicimos? Habíamos preparado unos cepos para ellas, porque ya ves que tienen neumáticos de goma. Yo creo que el problema de Cádiz no es sólo por un convenio, yo creo que de fondo está el apoyo de la gente, de las barriadas… y un poco la memoria de las luchas de los astilleros, del puente de Carranza, de las barricadas… Entonces, bueno, la patronal no quiere respetar el IPC y la gente está hasta el gorro del desmantelamiento industrial y de cómo aumenta el paro, y ve que todos estos años de recortes, de precarización, de la eventualidad, del prestamismo laboral al que volvemos… En los astilleros otra vez son todo contratas; luchamos para acabar con ellas y lo conseguimos, pero ahora en los astilleros –por lo menos aquí en el de Gijón– hay cuatro fijos y lo demás son todo contratas, subcontratación, con salarios son más bajos y menos derechos. Entonces no nos extrañó que la gente saliera a la calle con la disculpa del convenio.

P.– Hay quien sostiene, o dice sostener, que ya no hay clases sociales…

R.– Sí, quieren que pensemos que somos clase media, que “yo no soy obrero”, que “yo no soy trabajador”, que ya no hay clases, que ya no hay explotados ni precarizados …, pero la clase trabajadora existe, es lo crucial y no podemos olvidarnos de ella. Los movimientos sociales están bien, pero las organizaciones de clase –de la clase trabajadora– son fundamentales, porque la clase trabajadora está explotada, precarizada y ya incluso pretenden que ni trabajando puedas salir de la pobreza. Somos clase obrera, clase trabajadora y tenemos que organizarnos en sindicatos para la lucha, porque la que viene y la que tenemos encima es muy gorda. Tenemos las colas del hambre, y nosotros como sindicato tenemos una despensa, un banco, de alimentos y repartimos alimentos y ropa porque, aunque lo importante es un salario digno o una renta básica, la gente come todos los días y en el confinamiento mucha gente que vive en la economía sumergida las pasó canutas y no tenía ni para comer, y además se tardó mucho en cobrar los ERTEs; por eso nosotros establecimos una red de autodefensa y solidaridad: hicimos mascarillas esterilizadas y embolsadas y repartimos alimentos por toda Asturias, incluso a gente que tenía comercios y bares que tuvieron que cerrar. Seguro que mucha gente quedó sin atender, pero lo hicimos desde la solidaridad y por no dejar el espacio a la extrema derecha y a los nazis con “alimentos para españoles”.

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