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Análisis

Vox no condena el asesinato racista de Murcia: “Esta no es una muerte casual”

Younes Bilal, vecino de Murcia de origen marroquí, fue abatido a tiros en un bar por un exmilitar al grito de “no quiero moros en el local”

Vox no condena asesinato racista marroquí Murcia

La escalada de violencia racista se dispara en España. En tan solo un mes, se han registrado mínimo tres brutales ataques en varios puntos del país. Desde el incendio provocado del puesto comercial de un ciudadano español de origen africano en Sevilla, hasta la paliza propiciada por ultraderechistas a un vecino de Lleida procedente de Senegal. A todas ellas, se le suma otra más, resuelta con la peor de las consecuencias: el asesinato de Younes Bilal, marroquí residente en el Puerto de Mazarrón de la Región de Murcia.

Los acontecimientos transcurrieron en un bar donde Bilal se encontraba. Aguantó en varias ocasiones comentarios racistas antes de enfrentarse a él. “Todos los moros tendrían que estar muertos”, grita Carlos Patricio B. M. –un exmilitar de 52 años–, antes de regresar al local y abatirle a tiros. La viuda, una mujer sevillana, declaraba tras su fallecimiento que a su marido “lo mató un racista”.

“No es una muerte casual”, defienden vecinos de la Región de Murcia. Y lo cierto es que las investigaciones les dan la razón. Según observatorios de la xenofobia, con estudios difundidos por la secretaría de Migración, ya alertan sobre que los discursos de odio contra colectivos migrantes se han duplicado, y dan como motivación “el reflejo de la agenda mediática y política”. “Estas son las consecuencias de agitar los discursos de odio”, llega a afirmar la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

Según los últimos datos disponibles para el año 2019 y publicados en 2020, esta tipología de delitos ha aumentado un 6,8% respecto al anterior, siendo la primera motivación la ideología (596 delitos registrados), seguida de los alentados por racismo y xenofobia (515) y, por último, los relacionados con la orientación sexual y la identidad de género (278).

Ya advertía Adama Dieng, asesor de las Naciones Unidas (ONU) en materia de prevención del genocidio, que debíamos recordar que “los discursos de odio anteceden a los crímenes de odio”. “Cuando vemos un incremento de la cantidad de grupos neonazis, de grupos totalitarios, cuando vemos la forma en que los migrantes y refugiados son despreciados, debemos hacer todo lo posible por abordar los discursos de odio. Recordemos que las palabras matan”.

Desde luego, no es casualidad. En los tres casos arriba descritos, el denominador común apunta en una misma dirección: o son localidades que responden a gobiernos sujetos por Vox o, en el caso de Lleida, son lugares donde se fomenta la crispación entre ciudadanos, siendo el anticatalanismo uno de los ejes clave de la agenda política de los ultraderechistas, objeto principal de sus embates –como el de Colón–.

Los medios tan solo se han ocupado, los que lo han mencionado, de señalar la “muerte” y la procedencia del asesinado, algunos lanzando sospechas sobre presuntos “ajustes de cuentas” desmentidos por la familia. Vox tampoco ha lamentado públicamente los acontecimientos, ni ha trasladado sus condolencias. El silencio se ha impuesto, a pesar de las concentraciones de repulsa impulsadas por los vecinos, en el panorama institucional. “El Holocausto no empezó con las cámaras de gas, comenzó mucho antes con discursos de odio”, continuaba Dieng.

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